Es probable que en cada uno de mis poemas ponga algún comentario que lleve
a un mejor comprensión con mis lectores; como éste en que hablo de los árboles
de mi calle. Hace veinte años que vivo en la misma calle bordeada de fresnos...
¿cómo no amarlos? En invierno su tronco rugoso se vuelve negro y su copa dorada.
Léanlo despacito, a media voz... ellos son mis árboles. y éstos mis sentimientos.
Como los árboles *
Tan pálidos y gráciles recortados
contra el azul oscuro de la noche...
Entre sus ramas desnudas
impotente, está herida la luna.
Es el séptimo mes y el frío,
una nota aguda.
Esos árboles, tan pálidos y gráciles
no están en mi calle porque sí
sino para acompañarme
y para que yo les cante.
Su aspecto vacío de hojas y de nidos
presume una muerte rugosa
y solemne, de porte erguido.
Parcen más altos en la noche
así despojados, mis árboles.
Pero yo sé
que debajo de su piel
espera la savia
pronta a renovar la memoria
cuando el amor del sol la llame.
Sé
que responderá una y mil veces
trasmutando el gris
en estallido verde.
No importa cuánto hace
que están allí los árboles,
esos árboles,
mis árboles...
Espero que camines por mi calle
en el décimo mes. Y verás
como licor verde, sus copas desbordadas.
Como ellos, pálida y grácil
-oyendo el latido de mi savia-
podría renacer una y mil veces
si al milagro del amor se le ocurriera
decir mi nombre en voz baja.
Ah!, si pudiera...
renacer en primavera.
Como los árboles.
* Escrito en julio