viernes, 27 de abril de 2012




OFICIO

Se desliza la noche.
Esfera de sombras que avasallan.
La impulsa un ángel callado
que ha olvidado todas las preguntas.
La impulsa, solamente,
en un rito interminable
hasta que llegue en su misterio
obstinada
azul
enamorada
a estrellarse en un foco de luz que la consuma.

Ahora pasa sobre mí y no siente
que se lleva todo, 
que no me deja nada,
que miro a través de mi contorno
todo el vacío
y su horror
y su frío.

                                        La impulsa un ángel callado
que ha olvidado todas las respuestas.
...............................................................................

Abro los ojos. Palpo
opaca y áspera túnica
sobre mi cuerpo.
Desde el rectángulo cierto del espejo
me mira mudo y fijo
un ángel de silencio.

A llevar la noche.
A cumplir mi oficio,
vuelvo.


miryamseia@cablenet.com.ar

viernes, 13 de abril de 2012


Dibujo: Artista Plástica: Mirta Larcher de Molver

En la fronda

Encender una luz no basta.
En el jardín, las sombras se comprimen,
se dilatan. Asaltan.
Se refugia uno en el cuadrado de
cemento que nos resguarda
y al apagar la luz, el cielorraso
es una lámina oscura. Pantalla
que desliza imágenes.

Vaya a saber qué parte de mí
las trae de regreso, a veces
soy niña... Soñaba.
Flashes, voces, remansos de piano
nunca sucedido.
–la música no pudo realizarse–

La vida es una partitura
con instantes. Más o menos felices
más o menos fugaces.
Pronto será tiempo de cerrar los ojos.
Voy a buscar a la niña que soñaba
voy a proponerle que aún espere,
que aún no nazca. Hay ruidos aquí afuera
en la fronda humana.

Vendrán tiempos mejores, propicios para ser.
¿Vendrán? Indudablemente
encender una sola luz
no basta.

miércoles, 4 de abril de 2012




Cacería

En un punto, alguien ha encendido una fogata.
El olor profundo del fuego habla de hojas y ramas
que contemplan agónicas, el resplandor de su alma.
En los troncos, un tatuaje de cicatrices indelebles
y la brisa,
palpando la textura seca de sus heridas.

El humo, un sahumerio que esparce al aire
aromas de raíces chamuscadas.
Se densa el entorno, cierra mi garganta
y mi alma vegetal, como los árboles
allí inmóvil, parecía presa
sin embargo estaba libre, suelta.

Alguien hizo una fogata, lejos...
pero cerca de mi miedo.
La luna cazadora nos había encontrado
al dueño del fuego y a mí,
testigo insomne.
Su ojo blanco, sin pupila, desnudo en la mitad del cielo
nos miraba.
Acaso nos veía como éramos. Endebles.

Cuando me hundí entre hojas muertas
como se hunde una fiera cazada
en una trampa blanda de la que
jamás escaparía,
el ojo de la luna, traidor,
omnipresente
se me clavó en la espalda.