Qué necesario es a veces
aprehender lo fugaz.
La gracia de un nido hecha vuelo...
El olor de la tierra mojada
cuando cuenta el verano de su haber sediento.
El pitar de un tren a lo lejos
y luego
el silencio.
Qué necesaria a veces
la blancura del jazmín trepando
alma y muro.
La risa y el eco
repitiendo dentro
un recuerdo.
La sombra primera diluyendo
cansancio y deseos.
Sentirse soledad sin peso,
aliento de espuma en arenas si tiempo,
que dulce... que bueno.
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