Crepúsculo
Esta hora me elige. Es domingo y la tarde
está en el umbral de la noche.
–Me pregunto porqué siempre le exigimos al domingo,
ser felices. Y porqué, pese a su réplica constante
volvemos a creer siete días después, que es posible–
Le quito al día el último velo para mirarlo así,
despojado.
Sin darme cuenta que el juego
es inverso.
Y que desnuda ingreso al territorio de los sueños
donde acepto que esta hora me elija
como memoria de lejanos recuerdos,
de todos los domingos,
de todas las porfiadas ilusiones,
que aún siguen naciendo...
Es inútil advertirle a esta hora
que mi paso se está haciendo leve.
Es domingo y me elige.
Arrebato de dorados al poniente
mantienen viva mi antigua sed
sobre un ansia de luz que permanece.
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