Como los árboles
Tan pálidos y gráciles
recortados contra el azul
oscuro de la noche,
los árboles.
Entre sus ramas desnudas
impotente, está herida la luna.
Es el séptimo mes
y el frío, una nota aguda.
Esos árboles,
tan pálidos y gráciles
no están en mi calle porque sí
sino para acompañarme
y para que yo les cante.
Su aspecto vacío
de hojas y de nidos
presume una muerte rugosa
y solemne. De porte erguido.
Parecen más altos en la noche
así despojados
mis árboles.
Pero yo sé que debajo de su piel
espera la savia
pronta a renovar la memoria
cuando el amor del sol
la llame. Sé
que responderá una y mil veces
trasmutando el gris
en estallido verde.
No importa cuánto hace
que están allí
esos árboles mis árboles...
Espero que camines por mi calle
en el décimo mes. Y verás
como licor verde
sus copas desbordadas.
Como ellos, pálida y grácil
—oyendo el latido de mi savia—
podría renacer una y mil veces
si al milagro del amor se le ocurriera
decir mi nombre en voz baja.
Ah!, si pudiera
renacer en primavera.
Como los árboles...
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