viernes, 26 de agosto de 2011


Confesión hecha a quien me lea...

Me encanta la noche, con el supuesto del descanso, de una lectura que me guste, del relax, y aún con la posible desmesura de las sombras que a veces, agravadas por tormentas, me roban el sueño.
La noche... lenguaje distinto que tamiza el día vivido y lo muestra a nuestros ojos cerrados que lo ven con otra luz.
¿No les sucede que de pronto surgen voces en el alma que parecían olvidadas, y se acercan a susurrar miedos que se agigantan...?
Sin embargo, si decidimos oírlos, sabremos de su indigencia, de su fragilidad, conoceremos su reclamo de comprensión... y,
¿quién alza la mano sobre un cachorro desvalido?.
MANADAS AZULES
El relámpago y su fusta golpean
la noche mientras la ansiedad
se come las horas. Y crece.
Escondida, hago míos los silencios.
Los desvisto porque sé que debajo
de ellos está el grito.

Estas voces
que galopan la noche
y parecían monstruos laberínticos,
son cachorros desvalidos
cuando decido oírlos.

Supuse que traían respuestas
pero vienen a respirar en mi vigilia
y se llevan mi sueño de manadas azules
como animales liberados
contra la utopía sin final del horizonte.

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