AGUAS ADENTRO
Cae el sol en el mar
y deja una cicatriz de luz
en el anverso del agua.
En un momento así
es inevitable asumir los sueños
y su orfandad.
Un pescador solitario intenta
arrebatar al agua
su esquiva presencia.
Es una confesión a media voz
su desolado empeño.
La piel del agua, estremecida
avanza y retrocede. Murmura.
Respira, lo escucha, lo envuelve
en la calma que emana.
Atardece.
Cae el sol en el mar
y deja una cicatriz de luz
en el anverso del agua.
En un momento así
es inevitable asumir los sueños
y su orfandad.
Un pescador solitario intenta
arrebatar al agua
su esquiva presencia.
Es una confesión a media voz
su desolado empeño.
La piel del agua, estremecida
avanza y retrocede. Murmura.
Respira, lo escucha, lo envuelve
en la calma que emana.
Atardece.
Ahora el espejismo del horizonte
es la frontera entre
esta grandeza incontenible
y la vulnerable presencia
del hombre en el imaginario
de encuentros y de esperas.
La tarde se consuma frente al mar
y si el misterio desciende
un instante,
probablemente no sea
para quedarse.
Sólo abriga ese instante
la orfandad de nuestros sueños
que navegan por la sangre
aguas adentro.
es la frontera entre
esta grandeza incontenible
y la vulnerable presencia
del hombre en el imaginario
de encuentros y de esperas.
La tarde se consuma frente al mar
y si el misterio desciende
un instante,
probablemente no sea
para quedarse.
Sólo abriga ese instante
la orfandad de nuestros sueños
que navegan por la sangre
aguas adentro.
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